Vi los derrumbes, los naufragios, los exilios,
las sucesivas estaciones vividas en esa dimensión de silencio y lejanía.
Vi las cicatrices del insoportable tráfico de los días y los años
como la herrumbre de los barcos anclados demasiado tiempo.
Vi aquellas obsesiones que me desgastaron por años,
vi los sueños inciertos que abrumaron no pocos insomnios,
vi los rincones donde fueron sucediendo los días,
todo transformado, por el tiempo o el olvido,
en pequeños placeres o tristezas
que casi no vale la pena recordar.
Vi los días y las noches, sucesivas e iguales,
vi amigos y enemigos, iguales e inútiles
vi seres que me amaron y seres que me odiaron, sombras indistinguibles,
ahora todos habitantes imperceptibles del mero comercio de lo que fue cotidiano.
Vi la vida vivida como un caudaloso y profundo río subterráneo
que nunca encontró su vertiente.
Así, visto lo que he visto, creo ya sin pena ni miedo,
que esa ciudad y ese mar jamás existieron.
(Vi pequeñas incertidumbres de esperanzas incumplidas
vi difusas y tristes imágenes de alguien irreconocible,
no vi la tibieza de un tacto ni unos ojos grandes que creía recordar,
pero estas cosas ya son parte de un pasado ilusorio que tampoco existió)
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