Llueve sobre las rosas de la extraviada primavera
y vuelvo a tu boca por el beso imposible de cada mañana,
a los frágiles vestigios de lo que no fue o naufragó
siempre entre primeras las rosas y las últimas lluvias
Desde ahí esquiva mariposa,
desaparecida esfinge,
retorno al ya eterno mito de rozar tu pelo ensortijado,
al ceremonial de perderte entre la noche y su lluvia,
al silencio que me deja cristalizado en tu sal crepuscular
Llueve sobre las anegadas callecitas de las nostalgias,
detrás de los vidrios del café de los habituales fantasmas,
llueve en el vacío que dejas cuando llueve sobre las rosas
cansadas de florecer entre falsos reflejos e inútiles lontananzas.-
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