Debo cosas innumerables a estos años,
cosas que son al fin lo que eres.
Haber vivido, pensado o soñado
el susurro de tu voz a mí destinado.
Poseer el recuerdo de tu pelo y tus ojos
en una calle de árboles y lunas.
Detentar la maravillosa posesión de tu nombre
y a la vez la suave circunstancia de tu piel.
Ver repetidos a mis padres en tus hijos
y en ellos la imagen de todo el amor.
Sentir lejos el miedo, la muerte, el dolor,
cuando escondido en ti nada más perteneces.
Describir los vastos círculos que me han sido asignados
y volver ciego y cansado a la íntima liturgia de tus manos.
Obtener del hábito de tu cercanía
la fuerza para habitar un mundo que no entiendo.
Definir la tibia serenidad de tus ausencias
como un largo y silencioso amanecer aterido.
Saber, recorriendo todos estos años
que ya justificas mi vida y mis sueños,
aquellos sueños innumerables
que aún te debo.
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