
Tarda la mano que ahora me busca
como sigilosa serpiente
rompiendo la quietud de este ocaso.
Herido en el fuego
del deseado veneno,
quieto, sin huir,
aterrado ante sus ojos,
busco en las memorias
las palabras o el salmo,
que la borren
inofensiva en el tiempo.
Tarda la mano que me alcanza
reptando en la simiente,
surco rendido
a mis pasos perdidos,
traza la ultima penumbra.
Digo fuego,
y es hoguera,
llamas,
incandescencias,
brasas que abruman
sin final de cenizas.
(Del poemario OBJETOS PERSONALES, 2007)
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